¡Hola seguidores de TC10! antes de nada, confieso que me impone un poco escribir en una página de cuerpos 10, así que me gustaría aclarar que, para mí, un cuerpo 10 es aquel que te permite vivir una vida 10. Ese cambio de mirada, el de poner mi atención en la vida que yo quería tener, y no en el cuerpo, fue lo que me sacó de la trampa del peso.
Tuvieron que pasar más de 20 años de lucha constante contra los kilos, para poder entender por qué mis esfuerzos eran inútiles y qué me separaba de conseguir el cuerpo que yo quería.
En esos años perdí unos 80 kilos en total, en tandas de 10, 20 y 30 kilos, que siempre volvía a recuperar. El peso se convirtió en un tema central para mí, hasta el punto de que vivía la vida desde ahí, desde la sensación permanente de que tenía que cambiar, y de que nada mejoraría para mí, si antes no conseguía adelgazar.
Cuando vives atrapada en el peso de esa manera, acabas detestando las dietas y el deporte, porque son el peaje que tienes que pagar para conseguir un cuerpo que nunca llega. Y eso me desesperaba.
¿Por qué yo no lo podía conseguir si lo deseaba tanto? ¿Qué era lo que me volvía a hacer engordar una y otra vez?Cuando me cansé de intentar lo de siempre, decidí buscar soluciones distintas.
Estaba convencida de que tenía que haber una manera diferente de conseguirlo, y no quería resignarme a seguir viviendo como siempre, entre dietas y atracones. Me sentía tan mal en mí, que tomé la decisión de aparcar mi carrera como consultora de comunicación financiera, para dedicarme a buscar una salida que me ayudara a lo que yo más necesitaba: vivir bien en mí.
En esa búsqueda, yo solía observar mucho la relación que tenían con la comida las personas sin problemas de peso, y me llamaba mucho la atención que esa relación fuera natural, que se alimentaran sin temor a engordar. Y decidí que eso es lo que yo quería para mí.
Me di cuenta de que las dietas me habían llevado a la trampa del peso, y que la respuesta a mi problema no estaba en la comida. La comida era lo que yo utilizaba para sentirme mejor, para evadirme, para no pensar… pero no era la causa. Si quería salir de donde estaba, tenía que mirar dentro de mí. Así que durante un año y medio hice una inmersión total en mi formación en desarrollo personal y coaching, donde ¡por fin! encontré todas las respuestas que necesitaba, para entender lo que me estaba pasando.
Comprendí lo inútil que es intentar cambiar desde el rechazo a ti misma, y la importancia de quererte y apreciarte tal y como eres, estés como estés. Al quitar la mirada de mi cuerpo, pude entender todo lo que somos más allá de eso y cómo gestionar nuestra complejidad: mente, corazón, cuerpo, emociones, lenguaje… para poner todo eso a mi favor, y lograr vivir bien en mí.
También entendí que los problemas de peso se ven en el cuerpo, pero están en la mente, y que de nada sirve intentar cambiar tu cuerpo si no te ocupas también de ti. ¿Por qué? porque si adelgazas a base de dietas y fuerza de voluntad, pero no resuelves aquellos temas que te llevan a la comida, volverás a engordar.
En ese proceso de cambio de perspectiva, fue fundamental para mí la decisión de empezar a hacer ejercicio. Hasta entonces me lo había planteado como un castigo para perder peso; me apuntaba a un gimnasio, me subía en una máquina y contabilizaba mi esfuerzo… hasta que me rendía.
En esta ocasión, el motivo era diferente: quería mover mi cuerpo, para ayudarme a despejar mi mente. Así que decidí empezar a pasear al aire libre, sin objetivos, tiempos, metas ni calorías. Por puro disfrute. Por mover mi cuerpo y cuidarlo como se merecía, para que me ayudara a tener una mente más despejada y poder superar mi problema.
Iba sola, sin música, sin móvil, sin distracciones… y me dedicaba a relajarme y a centrarme en mí misma, volviendo a conectar conmigo, con las sensaciones de mi cuerpo, con mis emociones, tratando de estar presente en ese momento. También aprendí a observar mis pensamientos y las consecuencias que tenía en mí pensar unas cosas u otras.
Mis paseos se convirtieron en una meditación activa y poco a poco fui aumentando el tiempo, porque caminar me hacía sentir bien. Ahora es una rutina diaria imprescindible para mí, que me da muchísimas alegrías. Si me siento mal, ya sé que saliendo a caminar lo veré todo diferente.
Una vez que fui integrando y aplicando los aprendizajes del desarrollo personal, pude coger por fin las riendas de mi vida y de mi peso. Empecé a llenar mi vida de todo lo que me ilusionaba, y decidí formarme en coaching ontológico, para poder acompañar a otras mujeres a salir de la trampa del peso.
Mientras todo eso ocurría, perdí 20 kilos en 6 meses casi sin darme cuenta, porque al poner mi atención en llenar mi vida, dejé de necesitar rellenar mi cuerpo con comida.
Después de una vida de lucha, opté por una vida de aceptación y disfrute, y todo cambió. Mi lema es AMA, VIVE, COME y lo aplico en mi propia vida cada día.
Me gusta cuidar lo que como, pero no tengo prohibiciones de ningún tipo. Descubrí que cuando dejas las dietas y sabes que puedes comer de todo siempre, no necesitas comerte todo ahora. Así que vivo totalmente libre, tengo una relación natural con la comida, y disfruto mucho de mis caminatas y mis clases de baile. Incluso ahora ¡por primera vez a mis 42 años! he empezado a correr, muy poco a poco, y me gusta mucho cómo me hace sentir. Y todo eso sin exigencia, respetando cómo me encuentro cada día, y con la mirada puesta en seguir construyendo una vida 10, llena de ilusiones, y con pleno sentido para mí.
Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que, en realidad, no deseaba adelgazar. Lo que yo realmente quería era lo que pensaba que iba a ocurrir y lo que iba a sentir cuando lo consiguiera. ¡Sólo se trataba de darle la vuelta!
Así que, si el peso es un problema para ti, te animo a que pruebes esto: vive hoy tal y como te gustaría vivir, haz ahora todo lo que quieres hacer, y llena tu vida de verdaderas ilusiones. Pronto comprobarás que quitar tu atención del peso, le sienta muy bien a tu cuerpo.